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8/8/24

Quizás haya sido solo un sueño, no lo sé. El mismo sueño soñado innumerables veces, o pequeños retazos de sueños que fueron mezclándose hasta adquirir un sentido de totalidad a lo largo de distintas noches. Quizás fue algo que yo construí con el material de todas las cosas que nunca llegaron a ser, y que al fin y al cabo, es el material del que están hechos todos los sueños. Quizás pasó realmente, aunque no exactamente así:

Es la siesta, hace calor y llego a casa. A mi casa. Es antigua, está en ruinas. Parece abandonada, pero sé que es mi casa. Abro la podrida puerta de madera con mucho cuidado, en cualquier momento podría caerse. Entró a la casa y me mojo los pies: toda la casa está inundada, el agua me llega hasta los tobillos. Es agua limpia, cristalina. Camino hasta la cocina y compruebo que los grifos están cerrados. La cocina tiene una puerta con una gran ventana donde antes había un cristal. La puerta da a un patio y en el patio hay dos niños jugando con el agua. Los niños son mis hijos, o mis sobrinos, o simplemente los conozco. Salgo al patio y los alzo. Pequeños peces de colores nadan entre mis piernas y me hacen cosquillas, los niños los señalan, mira que bonitos, me dicen. Llevo a los niños afuera donde hay alguien esperándolos. Los niños reconocen a la persona que los espera, se abrazan a ella, les dan la mano y se suben a un auto de color rojo. 

Vuelvo a entrar en la casa. Hay una escalera y el ruido que hace el agua al bajar por ella es tranquilizador. Me quedo mucho tiempo quieto, escuchando el sonido de cascada con los ojos cerrados antes de subir. Quiero encontrar el origen, quiero detener el fluir del agua. ¿Por qué? No lo sé. Subo hasta el primer piso. En las paredes descascaradas por la humedad se superponen todos los colores con los que alguna vez fueron pintadas y se forman dibujos: un conejo, el coche de un bebe, la silueta de la India. Hay un baño de azulejos celestes con las juntas negras de moho, el inodoro y la bañera y la pileta también son de color celeste. El suelo es negro y está seco. El pasillo y las habitaciones, también. Por la escalera sigue bajando agua. Yo sé que arriba no hay nada porque nunca se terminó de construir esa parte de la casa. Subo las escaleras, tengo los pies empapados, pero el agua es tibia. Puedo sentir la herrumbre de la baranda en el tacto de la mano. Las paredes son de ladrillo sin revocar, los escalones no tienen baldosas. En el segundo piso hay una sola habitación con las aberturas de las puertas y ventanas sin marcos, por lo que todo es muy luminoso. A pesar de la luz tengo miedo. Es del interior de esa habitación de donde proviene el agua. Me acerco a la puerta y puedo ver un colchón tirado en el piso. Por los costados del colchón se escapan resortes destartalados, encima; una mujer desnuda, sentada con las piernas abiertas. Sus senos son magníficos y amamanta a un bebe. Tiene el pelo muy largo y lacio, castaño, brillante. Ella mira al bebe que amamanta y su pelo le oculta la cara. Me doy cuenta de que es de su entrepierna de donde sale el agua. Entonces, sin saber por qué, me arrodillo, y gateando por el agua, voy a beber del origen de ese manantial.


Imagen: Antonio Berni. La siesta y el sueño.

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